Extracto de la entrevista a Fernando Alberca, Profesor de secundaria y autor de "Todos los niños pueden ser Einstein" (Toromitico),
publicada en La Vanguardia
Todos los niños pueden ser Einstein?
Tus hijos pueden alcanzar cualquier logro intelectual.
Pero Einstein... ¡eso es picar muy alto!
Einstein fue carne de fracaso escolar hasta los 15 años. "Mortalmente lerdo", diagnosticó de él una profesora. "No está preparado para aprender, no llegará a nada", dijo otro.
¿Tan desastroso era?
Su propia madre decía que era retrasado mental. Hasta los nueve años no habló bien.
¿Qué le pasó para pasar a ser genial?
Lo que puede pasarle a cualquiera: motivación y método. Motivación: pese a haber suspendido, un profesor le invitó a asistir gratis a sus clases. Por primera vez, sintió que le valoraban, que creían en él. ¡Sintió cariño!
[...]
¿Cómo motiva usted a sus alumnos? Les digo que todos pueden sacar un 10 conmigo. A partir de ahí, ¡un 5 les parece poco!
¿Tan fácil?
La escuela pone el foco en la sanción, fomenta el miedo al error. Debería ponerlo en el acierto. Y en la creatividad. Pregunté a mis alumnos: "De ocho caracoles de una cesta, salen tres, ¿cuántos quedan?".
Cinco, le dirían.
"Ocho –respondió uno–, porque han salido del caparazón, ¡pero no de la cesta!". ¡Es una respuesta que no debería ser penalizada!
Entre tanto, 30% de fracaso escolar.
Nuestra escuela parece reñida con la inteligencia. ¡Es imposible que haya un 30% de tontos! Desconfiamos de los alumnos, los educamos para evitar el fracaso y no para tener éxito. ¡Aprendamos a jugar al éxito!
¿A usted le funciona?
Desde 1993 sólo he tenido que suspender a dos alumnos. Me han reñido por aprobar tanto. ¿Por qué? ¿No está bien lograr estimular a los alumnos para que triunfen?
[...] somos animales emocionales, y que una simple mirada aprobatoria de un profesor... estimulará al alumno. ¡Sólo educa quien quiere a alguien! Si queréis a vuestros alumnos, educaréis. Si no, no.
Nada estimula más a un alumno que el afecto, me quiere decir.
Es así. Sonríe... y exige. Si tu hijo detecta que confías en él, querrá superarse. A los niños les atrae el reto, la heroicidad.
[...]
Si pudiera imponer una sola reforma escolar, ¿cuál sería?
Dedicaría toda la primaria a una sola y única cosa: ¡aprender bien a leer y escribir!
¿Y nada más?
¡Nada hay más decisivo! Si están bien avezados en la lectura, podrán estudiar lo que quieran: se abren la puerta a todos los conocimientos. Y cuantas más cosas aprendan leyendo, ¡más inteligentes serán!
[...]
¿Y felices?
La inteligencia consiste en resolver problemas, y el problema más difícil es ser feliz.
¿Puedo enseñarles a mis hijos cómo vivir felices?
Enséñales a superar obstáculos. A ver lo extraordinario en lo ordinario. A que todo acto tiene consecuencias. Y a amar de verdad.
Puedes leer la entrevista completa en La Vanguardia
Personalmente, debo puntualizar que, aunque es cierto que Albert Einstein era acusado de ser lento en su infancia, esto no era debido a una carencia de desarrollo intelectual, sino a su falta de adaptación al rígido sistema educativo alemán que le tocó vivir. Sus profesores le exigían respuestas rápidas y sin titubeos, y él desde niño tenía la "mala" costumbre de pensar las cosas antes de hablar. Por otro lado, en repetidas ocasiones se le castigó bajando las calificaciones de sus exámenes por su "mal comportamiento". Se le consideraba díscolo porque no se plegaba a la exigente disciplina escolar de la época.
Cuando, ya en su etapa universitaria, tuvo la ocasión de estudiar en un ambiente más relajado, en Suiza, fué un alumno mucho mejor considerado. Y su etapa cienfícamente más brillante se produjo cuando disfrutó de plena libertad para "divagar", con la ayuda de su colega y esposa Mileva Marity, y su grupo de compañeros y amigos de la Universidad. Para expresarlo en términos actuales, su "año milagroso" fue el resultado de una experiencia de aprendizaje colaborativo, a iniciativa de un grupo reducido de estudiantes y recién licenciados en Física, sin contar con la tutela, al menos no directamente, de ningún profesor.
Cerámicas Las Vistillas es una escuela-taller ubicada en las instalaciones de los antiguos Talleres Cumbrera. Pertenecientes a la familia Cumbrera, estos talleres estuvieron en activo desde 1700 hasta la decada de los 70 del siglo pasado.
