No sólo en los primeros años escolares, sino que incluso hasta en la universidad (el año pasado en examen de matemáticas del grado de ingeniaría de una universidad española estaba prohibido llevar calculadora) la calculadora parece más un enemigo que un aliado.
Los motivos de esta cruzada contra la calculadora son diversos, los más escuchados son que impiden el cálculo mental, que no favorecen la comprensión de las operaciones y que es fácil equivocarse al teclear.
Voy a ir comentando uno a uno:
1. Impiden el cálculo mental.
No es cierto, la calculadora, bien usada es un aliado para el cálculo
mental. Precisamente, por su rapidez, agilidad, economía (e incluso
diríamos ecología ya que no hay que usar lápiz ni papel), la calculadora
permite pensar y comprobar, fomentando así el uso del cálculo mental.
Después de generaciones con las calculadoras vetadas, no veo que en
general las personas tengamos un buen cálculo mental. Sólo hace falta
ver como en cualquier tienda el dependiente tiene que hacer uso de la
calculadora hasta en los cálculos más sencillos o en una cena con los
amigos no se puede hacer una división entre cuatro si alguien no usa el
móvil para ello. En fin, que con actividades apropiadas la calculadora
SÍ fomenta el cálculo mental y los cálculos escritos NO fomentan el
cálculo mental.
2. No favorecen la comprensión de las operaciones.
Las operaciones se comprenden con materiales manipulativos tanto
objetos de nuestra vida real, como ábacos, taptanas u otras herramientas
(que como ya he dicho son precursores de la calculadora), con el
trabajo con el cálculo mental y con la adquisición de algoritmos
abiertos, es decir, que cada uno pueda construirse su propia manera de
calcular. Además de que la calculadora bien usada puede también ayudar a
la comprensión, su uso sustituye los pesados y aburridos cálculos que
ya no corresponden a nuestros días. Es como si nuestros hijos para lavar
la ropa, lo tuvieran que hacer a mano para comprender el funcionamiento
de una lavadora, que al fin y al cabo, es lo que usarán cuando sean
adultos. En fin, un poco ridículo ¿no?
3. Es fácil equivocarse al teclear.
¡Claro que nos podemos equivocar al teclear! Pero para eso estamos los
seres humanos delante de las máquinas: para estimar, valorar y repetir
la operación si el resultado no nos cuadra (además como lo hace la
máquina, podemos repetirlo varias veces sin cansarnos). Yo me encuentro
muy a menudo a alumnos ya adultos que no interpretan los resultados de
la calculadora ni ejercen una crítica sobre ellos. Me dicen simplemente
“es lo que me ha dado la calculadora”, a lo que yo les respondo “pero
eres tú el que debes valorar si es un resultado que tiene sentido o no”.
Una vez aclaradas las objeciones, expondré tres motivos (hay muchos más) de por qué usar la calculadora.
1. Es necesario aprender su uso.
Los alumnos en secundaria, bachillerato o universidad no saben usar la
calculadora científica más simple y tardan más tiempo para realizar
simples cálculos o los hacen erróneamente lo que les dificulta el avance
en la comprensión. Es curioso ver como manejan mejor la calculadora del
teléfono móvil que la clásica calculadora.
2. Se fomenta el espíritu crítico.
Si nos acostumbramos a ellas, si son nuestras herramientas amigas,
podemos posicionarnos de forma crítica ante ellas. Por el contrario si
las prohibimos o reducimos exageradamente su uso, luego los chicos y las
chicas las utilizarán como algo mágico que por sí solas resuelven los
problemas. El no conocer en profundidad cómo funcionan y el no practicar
la estimación de resultados, no fomenta el cálculo mental, sino todo lo
contrario.
3. Los cálculos escritos y reiterativos reducen el interés por las matemáticas.
Los niños aburren profundamente las matemáticas cuando éstas están
plagadas de hojas y hojas de monótonos cálculos escritos. ¿Para qué
tantos cálculos si en la edad adulta no necesitarán hacerlos? Hasta los
profesores nos aburrimos al corregirlos (seguro que todos utilizan la
calculadora para las correcciones).
Como conclusión, animaría a todos:
maestros, maestras, madres y padres a facilitar que los niños utilicen
la calculadora y a hacer un buen uso de ella. Es posible que al dejarles
usar la calculadora podamos crear un ambiente más imaginativo y
creativo para hacer cálculos. Así no llenaremos horas y horas con largas
y tediosas páginas de multiplicaciones o divisiones sino que tendremos
que pensar qué propuestas hacemos para hacer matemáticas sea un espacio
para pensar, imaginar, deducir, estimar y última instancia calcular, eso
sí, ¡con calculadora!
Más información en http://aprendiendomatematicas.com/
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